lunes, 24 de mayo de 2010

Diario de un reportero












Luis Velázquez


El alcalde y el reportero

Entre diez y once de la noche, el reportero Juan Zanoni de la Garza solía redactar su columna ‘’Escribiendo la verdad’’ en el periódico ‘’La Nación’’, del puerto jarocho.

Su columna era furibunda, lapidaria, avasallante, crítica, brutalmente crítica en contra del alcalde Mario Vargas Saldaña, presidente municipal de la fecha.

En repetidas ocasiones, el alcalde intentó seducir, sobornar, corromper y cohechar al reportero, pero había topado con pared.

--Si rechazas mi amistad, decía el alcalde, entonces, cuando menos, dejáme leer tu columna para saber el madrazo que me darás al otro día.

Zanoni lanzaba como respuesta una carcajada y luego de casi ahogarse en la sonrisa, preguntaba las razones del alcalde para leer la columna desde la noche anterior.

--Para dormir tranquilo.

Así, todas las noches, puntualito, Vargas Saldaña llegaba al periódico, enfundado en su eterna guayabera blanca, de manga larga, taladrando con la mirada, atrás de los lentes, al interlocutor.

Luego de saludar de mano a los pocos reporteros que estaban en la desierta sala de redacción, el alcalde se colocaba atrás de Zanoni, sentado frente a la máquina de escribir, y sin interrumpirlo, leía la columna política, respiraba tan profundo que el suspiro se escuchaba en el silencio de la noche, daba un palmazo a Zanoni en el hombro derecho, y se retiraba diciendo adiós con la mano extendida.

LUNES

El reportero capaz, pero corrupto

Un amigo preguntó a don Julio Scherer García, cuando era director de Excélsior:

--Si te dan a elegir entre un reportero capaz y corrupto y un reportero tonto y honesto, ¿con quién te quedas?

Durante treinta segundos, don Julio quedaba en silencio, escudriñando al interlocutor incómodo, y luego contestaba:

--Con el reportero capaz y corrupto.

--Pero ¿por qué?

--Porque al reportero capaz y corrupto, lo puedo controlar. Si, por ejemplo, compruebo que recibe un soborno de su fuente informativa, digamos, la secretaría de la Reforma Agraria, entonces, le encargo un trabajo en contra del secretario de Estado.

--¿Y si no lo hace?

--Entonces, lo cambio de fuente y ordeno el trabajo a otro reportero. Y así lo seguiré rolando en las fuentes.

Luego, alguien preguntaría qué pasaría si ese reportero capaz, pero corrupto, era comisionado a la fuente eclesiástica y sobornaba al Obispo con las limosnas de la iglesia, entonces, ni modo, cualquier director editorial se rendiría ante la eficacia maquiavélica, perversa y seductora del trabajador de la información.

MARTES

Corrupción periodística

Don Manuel Buendía fue el mejor columnista político del siglo XX y fue asesinado por la espalda en el segundo año del presidente Miguel de la Madrid Hurtado. ‘’Red Privada’’ se llamaba la última columna que publicara en el diario Excelsior.

Don Manuel decía lo siguiente, a propósito del ejercicio periodístico:

’Si de pronto te topas con un reportero que usa un reloj rolex, escribe con una pluma Mont Planc, anda en un automóvil de lujo, último modelo, viste ropa de marca y viaja al extranjero de vacaciones, estás, sin duda, frente a un manifiesto caso de corrupción’’.

MIÉRCOLES

La aventura reporteril

Natividad Rosales había estudiado en el seminario, pero fracasó en lo que sentía un llamado sacerdotal. De baja estatura y frondoso, moreno y fornido, parecido a la carita sonriente de los totonacas, una mañana se presentó en la revista Siempre!, con el director José Pagés Llergo.

--Quiero ser reportero, dijo al legendario tabasqueño.

Pagés Llergo se le quedó mirando, esculcando su figura desde el occipital hasta el messorcardio y luego, exclamó, azorado, incrédulo:

--¿Usted, usted, usted quiere ser reportero? ¡Mejor váyase de brasero!

Natividad Rosales, un joven callado, se hundió en el silencio y se despidió de Pagés Llergo.

Entonces, llegó a su casa, rompió la alcancía, guardó sus tiliches en una petaca, y en efecto, se fue de brasero durante tres meses a Estados Unidos, iniciando la aventura en Ciudad Juárez para atravesar el río Bravo, en igualdad de circunstancias que miles de indocumentados.

Al término de los 90 días, Natividad Rosales regresó a la ciudad de México, donde vivía al lado de sus padres, y se encerró a escribir una larga, extensa y documentada crónica sobre la experiencia vivida.

Después, le sacó copia y sin más, se fue a la revista Siempre! y pidió hablar con Pagés Llergo, a quien entregó la crónica.

--¿Por qué me trae esta crónica?, preguntó Pagés Llergo.

--Porque hace tres meses vine a pedir trabajo de reportero y usted me envió de brasero. Me fui y aquí está el resultado de mi trabajo.

Natividad Rosales se quedó en Siempre! como reportero durante unos veinte años.

JUEVES

Historia de un periodista

En el sexenio de don Rafael Hernández Ochoa, todas las noches llegaban, puntualitos, unas veces juntos, otras separados, los jóvenes Fidel Herrera Beltrán y Miguel Angel Yunes Linares, al periódico ‘’Diario de Xalapa’’, propiedad, entonces, de Rubén Pabello Acosta.

Los dos muchachos entraban a la sala de redacción directos al escritorio de don Froylán Flores Canseco, autor de la famosa columna ‘’Glosario del momento’’, con quien platicaban los hechos estatales y nacionales del día, y por supuesto, nadie lo dudaba, le pasaban tips.

Desde lejos, en su escritorio, Pabello Acosta sentía celos…

Luego, vendría el Premio Nacional de Periodismo para don Froylán y don Rubén enloquecería de envidia.

A tal grado que semanas después, don Froylán, en nombre de la paz, la prudencia, la cordura y la tolerancia, decidió renunciar al ‘’Diario de Xalapa’’, fundando más tarde el semanario ‘’Punto y aparte’’, cumpliendo así el viejo, antiguo, romántico y utópico sueño de todo buen reportero de tener un periódico propio.

VIERNES

‘’Soy un simple reportero’’

Años atrás, en Monterrey se efectuó un congreso sobre el destino de México. Entre los conferencistas figuraban magnates de Nuevo León, líderes políticos, intelectuales, académicos y un solo reportero, don Julio Scherer García, fundador y (ex) director general de Proceso.

Cada uno de los invitados se fueron presentando.

Yo, dijo uno, soy el dueño de (tal) empresa, que ocupa el primer lugar de producción en América Latina.

Yo, exclamó otro, tengo un doctorado en Harvard, doy conferencias en todo el mundo y he publicado diez libros.

Yo, expresó uno más, soy presidente de (tal) partido político, y he sido secretario de Estado y gobernador. Y estudié la maestría en Administración Pública en París y el doctorado en Ciencias
Políticas en Londres.

Y así por el estilo. Puras grandezas.

Entonces, correspondió el turno a don Julio Scherer, quien estaba sentado en la última silla del presidium, y dijo:

’Yo siento decepcionar a todos. Soy un simple reportero’’.

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