viernes, 14 de mayo de 2010

Diario de un reportero













Luis Velázquez

DOMINGO

Un harem con 500 mujeres

En su libro sobre Hernán Cortés, José Vasconcelos narra que cuando Cortés llegara al palacio de Moctezuma, en la vieja y antigua Tenochtitlán, Moctezuma tenía un harem con 500 mujeres a su servicio sexual.

Así, si Moctezuma hacía el sexo una vez al día, entonces, se acostaba cada 500 días con la misma mujer.

Y si Moctezuma, como un gran perseguidor de faldas como suelen ser la mayoría de políticos, hacía el sexo dos veces cada 24 horas, entonces, se refugiaba en el tálamo con la misma mujer cada 250 días.

En la antigua Tenochtitlán, también había una zona roja con un total de 400 mujeres.

LUNES

La becaria de los presidentes

Entre los políticos, y por regla general, hacer el amor, mejor dicho, el sexo, constituye un afrodisíaco.

Por ejemplo, cuando John Kennedy fue presidente en la Casa Blanca, llegó a tener cientos, miles de mujeres.

Una vez, en campaña electoral, su secretario particular le llevó 50 muchachitas al hotel y Kennedy escogió a cuatro para pasar la noche.

Kennedy también tuvo una becaria de 19 años a su servicio en la Casa Blanca y hacían el amor atrás de la puerta.

Años después, Bill Clinton, quien admiraba a Kennedy, tuvo su becaria, Mónica Lewinsky, de 20 años, y quien lo llevó al desprestigio.

MARTES

Las 28 mujeres de Villa

En cuestiones de mujeres, Pancho Villa tenía otro estilo. Villa se casó por la iglesia 28 veces y llegó a ser padre de 27 niños, y a todos bautizó con su nombre y apellido.
Una vez, a Villa se le ocurrió llevar a la casa principal, donde vivía con Luz Corral, la preferida, a cuatro hijos de otras mujeres.

Y como Luz Corral se quedara callada y los aceptara, entonces, Villa llevó a la madre de uno de los niños, quien era una jovencita de 18 años.

Luz Corral, primero, se enojó; después, echó pleito a Villa, y por último, terminó abandonando al primer gran guerrillero de América Latina, quien tuviera el primer ejército insurgente con 30 mil hombres.

MIÉRCOLES

Dos mujeres de Santa Anna

Pero en cuestiones de amores, Antonio López de Santa Anna fue más canijo.
Ambicioso y sin escrúpulos, Santa Anna quiso estar cerca del poder cuando tenía 27 años y el país era gobernado por Agustín de Iturbide.

Entonces, para lograr su objetivo, Santa Anna enamoró y sedujo a una hermana de Iturbide, quien acababa de cumplir 60 años.

Incluso, la hermana de Iturbide aceptó casarse con Santa Anna, pero cuando comunicaron al Emperador la decisión, Iturbide puso el grito en el cielo, y de plano, expulsó del paraíso del poder a Santa Anna, quien se refugiara en su hacienda de ‘’El Lencero’’, en Xalapa.

Dos años después, Santa Anna enviaba una carta a Iturbide, comunicándole que se había casado con una muchacha de 14 años, originaria de Alvarado, Veracruz, hija de un comerciante español.

Iturbide quedó contento.

JUEVES

Locura erótica de Vasconcelos

José Vasconcelos fue abogado, escritor, político y filósofo. Es el mejor secretario de Educación que ha tenido el gobierno federal, en el gobierno de Alvaro Obregón, cuando creara la mística pedagógica, caracterizada porque los maestros impartían clases hasta debajo de los árboles, teniendo como libros de texto los libros de los clásicos griegos, editados en papel revolución.

Vasconcelos tenía una amante, Adriana, por quien enloqueció dado los vertiginosos, enfurecidos, violentos e irascibles celos que padecía el político.

Adriana fue incapaz de soportar los celos de Vasconcelos, y de plano, un día, lo abandonó, para refugiarse, más tarde, en los brazos del escritor Martín Luis Guzmán, uno de los biógrafos de Pancho Villa.

Más enloquecido que nunca, y en un arrebato, Vasconcelos escribió una carta a Martín Luis Guzmán, donde le contaba las intimidades que había tenido con Adriana…


VIERNES

Travesuras de Sócrates y Séneca

En la plaza pública, Sócrates y Séneca predicaban su concepto filosófico de la vida, y luego, se quedaban a platicar con los muchachitos que, absortos, los escuchaban, hasta seducirlos…

Luego, Sócrates y Séneca llevaban a los chicos al baño público, donde se encerraban con ellos para hacer travesuras…

Sin embargo, el más famoso de todos ellos fue el emperador Adriano, quien enviara a su mujer en turno al otro extremo del país, para vivir a plenitud su felicidad con Antínoo, un efebo de 18 años.

Como es natural en este tipo de amores, Adriano enloqueció con su muchachito, a tal grado que ordenó construir una nueva ciudad con el nombre de Antinoo, imponiendo su nombre a la calle principal y el nombre de los hermanos de Antinoo a las otras calles, en tanto ordenó imprimir una moneda con su efigie.

Años después, cuando Adriano estaba viejo, Antinoo lo traicionó con otro emperador, según cuenta Margaret Yourcenar, en su libro Adriano, traducido al español por el cronopio argentino, Julio Cortázar, el famoso novelista de ‘’Rayuela’’.

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