viernes, 9 de julio de 2010

Diario de un reportero


Luis Velázquez

DOMINGO
Cisma en El Dictamen
Agustín Acosta Lagunes envió a su tercer jefe de prensa, Angel Leodegario Gutiérrez Castellanos, con don Juan Malpica Mimendi, director, entonces, de El Dictamen, para que le contara la historia de cómo su hijo, Jorge Malpica Martínez, y el jefe de redacción del diario, Horacio Aude Zebadúa, conspiraban en contra del gobernador.
Pero, además, para informarle que los dos reporteros estaban a punto de publicar un nuevo periódico en Xalapa, que sería, aseguraba don Agustín, crítico en contra de su gobierno.
Días después, Horacio Aude sería despedido como jefe de redacción y Jorge Malpica desheredado.
Atrás de ellos dos, once trabajadores de la información, entre reporteros, fotógrafos y editores, también renunciaban a El Dictamen.
Al frente del rotativo quedarían don Alfonso Valencia Ríos como jefe de Información y don Julio Sergio Guerrero como jefe de Redacción.

LUNES
Cisma en Proceso
Había llegado la hora de que don Julio Scherer García se retirara de la dirección general de Proceso, cumpliendo la promesa con el escritor y periodista, Vicente Leñero, de retirarse a los 20 años de antigüedad en el semanario.
La redacción estaba convertida en un volcán lanzando larva, con rugidos y truenos.
Carlos Marín, el gran reporterazo del periodismo de investigación, se anotaba en la lista.
Carlos Puig, becado por la revista en Estados Unidos, se soñaba el sucesor de Scherer.
Elías Chávez, el mejor reportero político de México, sonreía cuando algún compañero lo apapachaba como el nuevo director.
Incluso, hasta el intelectual Jorge Germán Castañeda pensaba que podía ocupar la silla de don Julio.
Y don Julio decidió por Rafael Rodríguez Castañeda, cuando nadie lo esperaba.
Entonces, Carlos Marín, Elías Chávez, Gerardo Galarza y Francisco Ortíz Pinchetti, un excepcional cuarteto de reporteros, dejaron Proceso para el resto de sus vidas, iniciando un nuevo viaje en otras tareas informativas.

MARTES
Los años difíciles
La primera orden que el reportero recibió del jefe de Información, don Alfonso Valencia Ríos, fue una advertencia:
--Todos los funcionarios estatales y federales que lleguen al puerto… son míos.
La segunda orden fue la siguiente:
‘’Busca al primer taquero que se haya establecido en el puerto de Veracruz y cuenta una historia’’.
Así, el reportero habló con el director editorial, Jorge Malpica Martínez, y le autorizó recorrer las zonas indígenas de Veracruz, desde Otontepec, Chicontepec y Papantla hasta Zongolica, Santa Martha, Soteapan y el Valle de Uxpanapa.
Y no obstante tener la autorización del director editorial, el jefe de Redacción, don Julio Sergio Guerrero, siempre, invariablemente, enviaba los reportajes y crónicas del reportero a la página 40, a un ladito de la sección de espectáculos, donde los intereses del lector eran otros.
Nunca, jamás, en aquellos años, los textos del reportero aparecieron en primera plana, que es, se entiende, la obsesión obsesiva de un periodista que se respeta y tiene hambre reporteril.
Un día, una gente cercana a Valencia Ríos habló por teléfono al reportero y le dijo:
‘’¡Eres un perro desgraciado!’’.
Y de inmediato, sin dar espacio al diálogo y/o a la pregunta, de inmediato colgó el auricular.
Fueron aquellos años difíciles, duros y terribles, con la adversidad en contra, pero al mismo tiempo, de enseñanza y disciplina.
Durante once años, el reportero soportó con entereza la lucha campal, todos los días, de los jefes, hasta que, ni modo, presentó su renuncia para siempre…

MIÉRCOLES
La cantina de los periodistas
Cada sábado, al mediodía, Apolonio Gamboa González, propietario y director general de ‘’La Noticia’’ pagaba el sueldo a reporteros, fotógrafos, prensistas y secretarias.
Y a todos los hombres, de manera invariable, les pagaba con un vale a cobrar en una de sus diez cantinas ubicadas en la avenida Guerrero, en el puerto jarocho, a un lado del mercado Unidad Veracruzana.
Los trabajadores de la información llegaba a la cantina y el cantinero tenía órdenes concretas y específicas de invitar una cerveza a unos periodistas ansiosos de un trago, y luego, les servía una sabrosa, sabrosísima botana con caldito de pescado y pollo recién salido de la estufa.
Así, el reportero y el fotógrafo y el prensista caían en la trampa, pidiendo luego, con cargo al salario, una ronda más.
Las putas del mercado entraban y salían de la cantina, ofreciendo un ratito de pasión.
Ya tarde, cayendo la noche, a la mitad del río etilíco, aquellos reporteros y fotógrafos hacían cuentas con el cantinero y había ocasiones, muchas, las más, en que salían debiendo al patrón, porque simple y llanamente, habían consumido más alcohol que su ingreso semanal.
Dueño de ‘’La noticia’’, un periódico de apenas, apenitas cuatro páginitas, permitió a Apolonio Gamboa viajar por todo el mundo en misión turística.

JUEVES
EL ÚNICO PATRIMONIO DE UN PERIODISTA
Pepe López, el jefe máximo del noticiero, convenció al reportero de transmitir su columna ‘’Expediente’’ todos los días en la estación de radio.
Y, además, sin pago alguno, que nunca reclamó el reportero, pero tampoco ofreció el conductor.
Durante algunos días, de manera puntual, el reportero cumplió con la tarea, porque en periodismo, como en la vida, la disciplina cuenta y cuenta mucho y es decisiva.
Pero una mañana, cuando el reportero grabó su texto, evidenciando la política editorial de El Dictamen frente a un hecho, Pepe López ordenó que la columna fuera dejada fuera del aire, archivada en la gaveta, porque ‘’atentaba contra un cliente de la empresa radiofónica’’.
Y ni modo, fue la última vez que el reportero aceptó incursionar en un medio audiovisual, dueño único y absoluto de su libertad, el único patrimonio de un periodista…

VIERNES
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Sábado por la tarde en la redacción de ‘’El Sol Veracruzano’’. Dos secretarias y una reportera llevan media botella de licor en el estómago y los hielitos nadan en el vaso. El reportero escribe en un rincón de la sala de redacción y una de ellas le lleva la primera copa.
El reportero, que entonces empinaba el codo, se la toma en un dos por tres en la primavera ardiente. Y cuando se da cuenta, la secretaria ya llegó con la segunda y la tercera y la cuarta y la botella se acaba.
--Vamos a mi casa, propone una, chaparrita cuerpo de uva, guerita, pelo corto, carita redonda.
--¡Vámonos!, exclama la reportera en medio de la euforia.
En el trayecto en un volcho, se detienen en la esquina y compran otra botella, mejor dos, por si las dudas.
Y el festín sigue, en la casa de la secretaria, quien enciende la grabadora y pone música para escuchar y bailar.
Embriagado el cuerpo, el corazón, el alma y el hígado, todos en onda etílica, semibriagos, una secretaria baila con el reportero y siguen bailando y siguen tomando y cuando lo advierten, sabrá Dios cómo fue, van trepando las escaleras a la recámara, donde sucede lo que era inevitable…
Al otro día, en la tarde, la misma secretaria cuenta el chisme, a su modo, al director del periódico, con quien sostenía relaciones amatorias y se cura en salud.
Y el director, sin otorgar el derecho de réplica, sin escuchar explicaciones, despide al reportero, a la mitad de quincena.
Meses después, la secretaria y el reportero se hallan en algún café y le diría, sin más:
‘’¡Aquello fue una trampa que todas te tendimos por órdenes superiores!’’.

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