lunes, 7 de junio de 2010

Diario de un reportero


Luis Velázquez

DOMINGO

El periodismo, una neurastenia

José Reveles, jefe de Información del semanario Proceso, escuchó el ruido del bejuco telefónico en su cubículo.

--Diga.
--Don Pepe, don Pepe, ¿cómo está, don Pepe?

Reveles oyó la voz emotiva, enjundiosa, cargada de energía, de don Julio Scherer García, el director general.

--Bien, don Julio, bien.
--Don Pepe, ¿podría venir a mi oficina?

Reveles salió del cubículo, subió las escaleras, se anunció con Elenita, la secretaria de don Julio, y de inmediato entró al privado.

--Don Pepe, le tengo un reportajazazo para que lo prepare.
--Sí, don Julio.

Don Julio platicó a José Reveles el tema que le ocupaba, hicieron precisiones, marcaron pautas y rutas, miraron relaciones y contactos.

Reveles se despidió con una sonrisa de su jefe y fue a su cubículo, pero apenas entraba, el teléfono volvió a sonar.

--Don Pepe, ¿qué me tiene?, preguntó don Julio.
--Pero don Julio, apenas me acaba de usted de encargar el trabajo.
--Está bien, don Pepe, está bien.

A los diez minutos, sonó de nuevo el bejuco telefónico de Pepe Reveles.

--Don Pepe, ¿ya me tiene algo?
--En eso estoy, don Julio.

A los veinte minutos, el ruido telefónico sobresaltó a Reveles, que revisaba su directorio telefónico para buscar un enlace, un puente, para seguir las pistas al reportaje.

--Don Pepe, ¿no me diga que ya me tiene algo?
--No, don Julio, en eso estoy.

Así eran los días y las semanas y los meses. Y de pronto, meses después, José Reveles renunció a Proceso para siempre.

LUNES

‘’¡Me voy contigo!’’
Don Francisco Martínez de la Vega, el mejor columnista político del siglo XX, era director del periódico ‘’El Nacional’’, y un día, hubo problemas con la cúpula gobernante en el poder que era la dueña del medio.

Y ni modo, como el destino del mayor número de reporteros es andar de un periódico a otro, don Francisco renunció a ‘’El Nacional’’.

Entonces, cuando Martínez de la Vega desocupaba su escritorio y recogía sus chivas, llegó a la redacción el reportero y escritor, Fernando Benítez, famoso porque había publicado cuatro tomos sobre ‘’Los indios de México’’.

Y cuando don Francisco le informó su decisión, Benítez exclamó:
--¡Me voy contigo!

MARTES

La foto de Rotofoto

Una hija del presidente Miguel Alemán Valdés se había casado y andaba de luna de miel en Europa.

Una noche, en París, la pareja fue a un centro nocturno de primer nivel, donde las
meseras estaban vestidas como las conejitas de Playboy, de Hugo Hefner, con escasas ropitas que mostraban pechos y caderas a plenitud.

Y cuando una conejita francesa pasó frente a la pareja de recién casados, el yerno de Alemán Valdés clavó la mirada lujuriosa en sus caderas… y un fotógrafo tomó la gráfica en el momento concreto y específico.

Días después, alguien filtró la foto al legendario reportero tabasqueño, José Pagés Llergo, quien dirigía la revista Rotofoto, y como es natural, la publicó en portada, grande, grandota, grandotota…

Fue el último número que Pagés Llergo dirigió en Rotofoto. Fue renunciado al cargo y salió de ahí para fundar el semanario Siempre!

MIÉRCOLES

El periodismo que hemos soñado

Un grupo de reporteros, entre ellos, Carlos Payán Velver, Carmen Lira Saade, Héctor Aguilar Camín, Miguel Angel Granados Chapa y Humberto Mussachio, renunciaron al diario ‘’Unomásuno’’, cuyo director era Manuel Becerra Acosta y con quien habían tenido diferencias en el criterio periodístico.

Días después, convocarían a una junta pública a la sociedad defeña para ofertar la venta de acciones que les permitiera fundar un nuevo periódico, al que luego pondrían el nombre de ‘’La jornada’’.

Esa misma noche, cuando ya los invitados se habían retirado, Héctor Aguilar Camín pronunciaría la siguiente frase histórica:

‘’En Unomásuno, hacíamos el periodismo que podíamos. En La Jornada, haremos el periodismo que hemos soñado’’.

Años después, Aguilar Camín, escritor y novelista, se retiraría de La Jornada para fundar su revista ‘’Nexos’’ y su editorial ‘’Cal y Arena’’, donde impulsa la industria cultural libresca.

JUEVES

Julio Scherer y Francisco Ealy

Semanas después de que en el último año de Luis Echeverría Alvarez, don Julio Scherer García había salido de Excelsior por un golpe de estado del presidente de la república, Francisco Ealy Ortiz, director general y propietario del periódico El Universal, ofreció a don Julio la dirección editorial.

Horas y días pasó don Julio rumiando la invitación. Sopesó la posible aventura periodística, evaluó pros y contras, midió fuerzas reales, ideales y esperanzas, calculó el futuro mediato e inmediato. Entonces, y ante la insistencia, Scherer dijo a Ealy Ortiz:

--Mira, Francisco, mejor ahí la dejamos.
--¿Por qué, si te ofrezco la dirección editorial?
--Ahí la dejamos. Si yo aceptara, la primera semana de trabajar en El Universal sería yo el periodista más chingón del país. En la segunda semana, no habría otro periodista más fregón que yo. En la tercera semana, alguien me empezaría a intrigar contigo. Y en la cuarta semana, tú me pedirías la renuncia. Mejor ahí la dejamos, y como siempre, buenos amigos.

Semanas después, José Pagés Llergo, director general de Siempre! prestaría sus nuevas oficinas, sin estrenar, al equipo de Scherer para publicar los primeros números de Proceso, un mes antes de que Echeverría Alvarez dejara el poder presidencial.

VIERNES

12 años sin huella ni gloria

Quince días antes de iniciar la campaña electoral de don Fernando Gutiérrez Barrios por la gubernatura, el reportero Héctor Fuentes Valdés pidió al director editorial de El Dictamen, Jorge Malpica Martínez, cubrir la jornada escribiendo la crónica.

Y Jorge Malpica autorizó la solicitud.

Pero 24 horas antes de que el equipo reporteril partiera a Tuxpan, donde empezaba la campaña, una hija de las dueñas, de unos 23, 24 años de edad, integró su pool de confianza, autodesignándose la jefa, únicamente por ser una de las herederas, y Héctor Fuentes Valdés fue excluido, tachado por completo, borrado sin misericordia, de quienes cubrirían el frente informativo, todos incondicionales.

--No vas, dijo la hija de la dueña a Héctor Fuentes.
--¿Por qué, alguna razón?
--Ninguna, no vas, porque yo no quiero.

Héctor Fuentes renunció a El Dictamen, dejando atrás doce años de trabajo ininterrumpido, en que había laborado los sábados y domingos, sin día de descanso, hasta la una y las dos de la mañana, todos los días, reporteando como un loco para ganar la exclusiva, y, además, sin ningún centavo de liquidación…

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